Del mismo modo que entre médicos no son raras las confusiones entre adenina y adenosina, entre traqueotomía y traqueostomía, entre queratocito y queratinocito, o entre genético, génico y genómico, también en boca de los pacientes son frecuentes las confusiones entre tecnicismos sumamente parecidos.
Normalmente, claro está, el médico echa mano del contexto para entender el sentido último de lo que su paciente está tratando de decirle. Ante frases como «a mí recéteme de marca, mejor que los genéticos esos» o «los transgénicos son siempre mucho más baratos», es evidente que solo puede tratarse de genéricos. Y lo mismo pasa con «el médico del pueblo lo atribuye a causas genéricas» (es decir, genéticas) y «a mí es que me dan mucho miedo los alimentos genéricos» (o sea, transgénicos).
Algo parecido cabe decir para las confusiones, nada raras, entre atópico, atípico y ectópico («vengo de Alergia, y me han dicho que soy atípico», «hace tres años tuve una neumonía atópica», «la tuvieron que operar por un embarazo utópico»); entre glóbulo, lóbulo y óvulo («tengo pocos óvulos rojos en la sangre», «me vieron una sombra en un glóbulo del pulmón», «mi hija va y dice ahora que quiere hacerse donante de lóbulos, porque pagan bien»); entre ictérico e histérico («la médica le miró a los ojos y vio que estaba histérico», «empecé a ponerme nerviosa y acabé ictérica perdida»); entre lactante y laxante («lo dejaron ingresado en la unidad de laxantes», «llevo tres días sin hacer de vientre, y los lactantes no me hacen nada»), o entre supurar y suturar («me empezó a suturar venga pus y más pus», «tuvimos que ir a Urgencias para que le supuraran la herida»).
Fernando A. Navarro