En un artículo anterior de este mismo Laboratorio relaté la anécdota de una joven colega durante su bautismo profesional en el ámbito rural al enfrentarse con una paciente que refería dolor en los zancajos para indicar que le dolían los talones. El coordinador de esta página, Fernando A. Navarro, comentó que la palabra que tanto turbó a la doctora figura en el DRAE con la acepción utilizada por aquella paciente. Otro tanto sucede en el caso que traigo hoy y que debería servir asimismo para que los médicos, entre lecturas científicas y otras literarias, según las aficiones de cada cual, tuviésemos entre los libros de cabecera nuestro diccionario académico del que hay ediciones muy manejables.
La paciente, también ahora una mujer, llegó a la consulta aquejando picor en el empeine. En esta ocasión nuestro colega supuso, sin dudarlo, que la zona afectada era el empeine del pie, la que se extiende desde el extremo de la pierna hasta el origen de los dedos, de modo que pidió a la enferma que se descalzase para explorarla. Como la paciente le miró con cara entre de desconcierto y de burla, lo primero que pensó, porque ya tenía la experiencia de otras consultas que creía similares, es que aquella mujer debía de acumular en los pies suficiente suciedad como para que a ella misma le diera vergüenza mostrar esa parte de su anatomía. Ante la insistencia del médico, urgido como casi siempre por una sala de espera rebosante, la paciente, con un gesto ahora de airada condescendencia con lo que consideraba una ignorancia supina del médico, se llevó una mano a una parte concreta de la falda y dijo:
—Pero doctor, si a mí lo que me pica es aquí, en el empeine.
Y dice el DRAE: “Empeine: parte inferior del vientre entre las ingles.”
O sea, que atención al lenguaje porque, no lo olvidemos, nuestra profesión comienza siempre con él y luego es también en el uso de la palabra donde desarrolla una gran parte de su labor. Los métodos auxiliares, más o menos sofisticados o tecnificados, pueden ser globales, pero la relación médico-paciente es siempre fundamentalmente coloquial.
José Ignacio de Arana