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Channel: Jerga de los pacientes – Laboratorio del Lenguaje
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La miaja de apechusque

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     Su breve declaración televisada circuló ampliamente por la Red, y puede verse aún en YouTube. El corte corresponde al programa El intermedio de La Sexta emitido el pasado 16 de enero. Petra Alarcón del Hoyo, vecina de Honrubia (Cuenca), expresa el malestar de los vecinos ante la decisión administrativa de cerrar, por afán de ahorro, las urgencias nocturnas en 21 zonas rurales escasamente pobladas; con lo que los habitantes de los pueblos afectados se verán obligados a desplazarse decenas de kilómetros si precisan de atención médica. Y se expresa ante las cámaras en su esplendoroso dialecto altomanchego local: «No te pongas a las nueve, que no te vale el santolio… Como te dé una miaja de apechusque, la(s) roscas».

       Me imagino esa misma explicación expresada en el consultorio de un centro rural de salud, ante un médico extranjero —polaco, pongamos por caso— incorporado apenas unos meses atrás al Sescam, y me entran sudores fríos solo de ponerme en su situación. Como a buen médico, le supongo un coeficiente intelectual por encima de la media y doy por sentado que interpretará correctamente «ponerse» como ponerse enfermo y ese «a las nueve» como las nueve de la noche (puesto que el horario nocturno de un punto de atención continuada cubre de las ocho de la tarde a las ocho de la mañana), y también que el contexto le permitirá deducir que «roscarla» viene a ser lo mismo que palmarla, diñarla o espicharla. Como a buen polaco, lo supongo también católico a machamartillo y doy por sentado incluso que sabrá relacionar ese «santolio» de la buena señora con los santos óleos de la extremaunción.

       Pero aun así, imagino bien su perplejidad ante el uso de la miaja como unidad de medida; porque ¿cuánto exactamente de apechusque es una miaja? Y, sobre todo, ¿qué diantres es un apechusque?

       Cuando salimos de la facultad de medicina, estamos, sí, medianamente preparados para afrontar el diagnóstico diferencial del dolor precordial, del síndrome miccional o de la epistaxis. Pero a ver quién es el guapo que se atreve con el diagnóstico diferencial entre un apechusque, un arrechucho, un patatús, un yuyu, un chungo, un jamacuco, un soponcio, un pallá y un aciburrio.

       Mucho me temo que nuestros diccionarios médicos, incluso los más trabajados, son todavía, ¡ay!, pobres pobres pobres de solemnidad en lo que respecta a la copiosa jerga popular de los pacientes.

Fernando A. Navarro


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