Apenas dos semanas atrás abríamos en el Laboratorio del lenguaje una nueva sección para ocuparnos de la jerga de los médicos. Pues bien, en nuestros hospitales, consultorios y centros de salud no sólo los médicos y otros profesionales sanitarios usan jerga; también los enfermos tienen su propia jerga específica.
El lenguaje de la medicina es de una complejidad asombrosa, hasta el punto de que incluso los médicos tenemos dificultades para manejarlo con soltura. No es raro, por ejemplo, encontrar especialistas con muchos años de ejercicio que escriben incorrectamente ciertos tecnicismos (por ejemplo, propanolol, turalemia, éxtasis sanguíneo, protusión o incindir en lugar de las formas correctas propranolol, tularemia, estasis sanguínea, protrusión e incidir, respectivamente) o confunden entre sí palabras o conceptos afines (tiroxina y tirosina, cistina y cisteína, infección e infestación, queratocito y queratinocito, traqueotomía y traqueostomía, etc.).
Si incluso los médicos yerran a menudo en el uso de su lenguaje especializado, no es difícil imaginar la enorme abundancia de términos impropios de lo más variopinto que podemos hallar en boca de los pacientes con escasa formación cuando tratan de repetir un tecnicismo que nunca en su vida han visto escrito, y solamente un par de veces han oído pronunciar a su médico de cabecera. Pienso, no sé, en vocablos como amingalitis (por amigdalitis), caticardia (por taquicardia), cláusulas (por cápsulas), espizofrénico (por esquizofrénico), esticmatismo (por astigmatismo), oxoplasmosis (por toxoplasmosis), pisioterapeuta (por fisioterapeuta) o tomatoma (por hematoma).
No me cabe ninguna duda de que al médico le conviene conocer bien los seudotecnicismos propios de este lenguaje jergal. De lo contrario, corre el riesgo de quedarse in albis cuando sus pacientes traten de explicarle el motivo de consulta y lo hagan en términos jergales: “El niño nació con agua en el tentáculo” (diagnóstico: hidrocele); “Mi sobrino es que no puede comer glúteos” (o sea, que es celíaco); “Lo dejaron ingresado en la unidad de laxantes” (vamos, donde los bebés).
De estas cosas, y de otras características del habla de los pacientes, iremos hablando con más calma en próximas entregas de esta sección.
Fernando A. Navarro