Comienzo con éste una serie de artículos sobre el lenguaje utilizado por los pacientes. No pretenden ser más que una eutrapelia, lo que la Academia define como “discurso, juego u ocupación inocente, que se toma por vía de recreación honesta con templanza”.
Empezaré con los términos para mencionar los órganos genitales sin tener que nombrarlos explícitamente. Tales eufemismos muestran una brillante imaginación, una capacidad asombrosa para decir palabras que a simple vista no tienen nada que ver con el objeto nombrado. Lo más singular está en que, a pesar de todo, muchos de esos términos son entendidos por casi cualquier oyente. Contribuyen a este fácil entendimiento los signos de la denominada “comunicación no verbal” que simultáneamente proporciona el interlocutor. Sonrisas conejiles; miradas furtivas a la entrepierna; levantamiento de cejas; leves ademanes de cabeza; o el más universal signo de compadreo, de compartir con el otro un secreto: guiñando un ojo con rapidez. He aquí algunos ejemplos:
-Masculinos: caño de la orina, el miembro, el grifo, el tubito, el pajarito.
-Femeninos: la boca del cuerpo, el tesoro, el tesorito (en las niñas), la hucha, la peseta, la almejita, el chichi.
-Masculinos o femeninos indistintamente: el empeine, la entrepierna, los bajos, los órganos, las partes, el asunto, la cosa, lo mío, lo de ahí, las vergüenzas, el bien, la joya, el sitio del gusto.
José Ignacio de Arana