La Asociación Española de Traductores (Asetrad) celebró el año pasado su asamblea anual en Tudela, y publicó con ese motivo un pequeño Vocabulario tudelano extraído del Vocabulario navarro (1952) de José María Iribarren, a partir de la reedición de 1984 con adiciones de Ricardo Ollaquindia.
Lo hojeo, y me sorprende agradablemente comprobar que en Tudela tienen dos términos coloquiales —en lugar de uno solo, como en Salamanca— para la pitera o herida del cuello cabelludo: brochero si es grande o extensa, cachera si es pequeña.
Y encuentro también en el librito numerosos términos populares del ámbito médico. Muchos de ellos los hubiera entendido fácilmente sin necesidad de explicación. Ante un paciente tudelano que me dijera «m’han inyesau el brazo», por ejemplo, o «me dio un golpe de tos que se me caeron los dientes postizos al plato y mi mujer, que es mucho asquerosa, no remató de comer», yo entendería sin problemas que inyesar es allí lo mismo que enyesar o escayolar, y que asquerosa, se aplica en Navarra a la persona que siente asco o repugnancia por algo.
Lo mismo me pasa con alitargón (pesadez o aletargamiento tras una comida copiosa), arajea (gragea), calamocha, cogota, cholo o mocha (cabeza), colodrón (coscorrón), dentarrada (dentellada), desosiego (desasosiego), esbarizarse o esvararse (resbalarse; y esbarizoso o esvaroso, resbaladizo), escagarruciarse (tener diarrea), escogotar (desnucar), extrema (extremaunción), galleta (bofetada), garras de alambre (piernas largas y delgadas), glárima (lágrima), lujación (luxación), malancia (enfermedad, dolencia), mamantar (amamantar), masiau (demasiado), menora (muchacha menor de edad), mocador (pañuelo), moquitear (moquear o lloriquear), pulso (sien), puntillón (golpe con un objeto punzante), ranguear o renguear (renquear), rincor (rencor), sudol (sudor), tardano (hijo nacido tardíamente, pasados los 40), tastarrazo o tastazo (testarazo), tetina (chupete), tripotón (vientre abultado), zaporrotazo (porrazo, golpetazo) y zongón (perezoso, vago, haragán). Todos estos tudelanismos creo que los hubiera entendido con ayuda del contexto o por semejanza con otros idénticos o parecidos que estoy acostumbrado a oír por mi tierra.
Pero muy distinto sería el caso si ese mismo paciente me dijera «llegué a casa regalau»; no me hubiera sido fácil adivinar que quiere decirme «sudando a mares»; o si me dijera «estoy hecho una carrancla», «tengo los dedos enganchados» o «en la iglesia m’hi quedau perleticau». Perleticau o algo peor me quedaría yo, seguramente, sin saber qué responder.
Al médico llegado de fuera para ejercer en la zona rural de la Ribera navarra no le vendría nada mal un vistacito al Vocabulario tudelano de José María Iribarren, para ir familiarizándose con riberismos como apocarse (quedarse sin respiración), caclas o carraclas (achaques), cagateclas (alfeñique, mimoso), camastrón (mozo viejo, solterón), chucha o gueña (excremento humano), churrupazo (trago), en colitatis (en cueros, desnudo), empilmar (aplicar un emplasto), enganchado (aterido de frío), escancayau (descoyuntado, descuajeringado), estar escocido (tener gonorrea), estar en porvo (estar en ayunas), estozolarse (caerse, darse una costalada), hacerse vivo (desperezarse, levantarse de la cama), jarreta (pierna), lambinero, laminero o lambroto (goloso, glotón), librar (dar a luz, parir), macucaña (fingimiento, cuento), mollón (bulto), pasmo pasau (resfriado mortal), perleticau (tieso de frío), rasma o rasmia (antipatía, ojeriza; también roña), resilante (rijoso, salido, libidinoso), resonil (redolor, dolorimiento), rusmiada (rozadura, arañazo), urzaya (niñera joven), vergueto (picadura de un tábano), vertenta (parturienta), zambota (yema de los dedos) y zarrabastrada (venada).
Fernando A. Navarro