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Jartible y otros “palabros”

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No, no busque el lector la palabra jartible en el diccionario de la RAE. No la encontrará. Se trata de un modismo de uso en Andalucía y con más asiduidad en la zona gaditana. Procede de la deformación de “hartible”, otro vocablo sin reconocimiento académico y corresponde a la definición de “persona o cosa que resulta pesada o cansina”. Dejando de lado el rigor de nuestro centón regulador del lenguaje, ¿no conocemos nosotros a nuestro alrededor a individuos, o ideas repetidas entre la opinión pública, que se ajustan con toda propiedad a tan pintoresca palabra?

Otro andalucismo, algo más difundido en el habla popular del resto de España es malaje. Define a la persona malintencionada, desagradable, antipática o de poca gracia. Al parecer, según algunos estudiosos de la lengua “no académica”, su origen estaría en “mal ángel”, es decir, mal espíritu o malas ganas a la hora de hacer algo. Se escribe indistintamente con j o con g. No cabe duda de que consigue reducir a un solo vocablo conceptos de prolija descripción pero ciertos y de innegable presencia en la vecindad de cada cual.

Un tercer término tomado del habla popular andaluza es esaborío o desaborío, que proviene casi seguro de “desabrido” o sin sabor y que alude al sujeto soso, sin gracia, y también al áspero en el trato. Tiene en vascuence un sinónimo que declara bien su mismo origen: sinsorgo, persona sosa, sin interés, o que intenta hacer gracia y no lo consigue.

La última palabra que quiero comentar es gualdrapa. La segunda acepción que recoge el Diccionario de uso del español de D.ª María Moliner es: “harapo desaliñado y sucio que cuelga de la ropa”. En relación quizá con esto se dice gualdrapas, casi siempre así, en plural, de aquella persona andrajosa en su forma de vestir pero no por pobreza y falta de medios para hacerlo con mejor estilo, sino por gusto y casi diríamos que como actitud desafiante ante los convencionalismos sociales. Por ejemplo, las calles están hoy llenas de jóvenes que calzan pantalones vaqueros artificialmente rotos y deshilachados que serían pregón de miseria si no fuese porque constituyen una moda internacionalmente asumida y cuestan, según dicen, un precio muy superior a los de hechura completa y sin romper.

José Ignacio de Arana


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